Una historia de resiliencia y esperanza en La Guajira
Bogotá, Colombia 7 de junio de 2025
Durante el mes de febrero de 2025, en los municipios de Maicao y Riohacha, Save the Children acompañó a 34 familias que recibieron su primera transferencia monetaria en el marco del proyecto COL 2024 Donante Anónimo Transformacional (TAD). Una de esas familias fue la de Camila*, una mujer venezolana que, tras un difícil proceso migratorio, encontró una nueva oportunidad de vida para ella y sus hijas.
Camila* llegó a Colombia hace ocho años buscando un futuro mejor. Vivió primero en Barranquilla, luego en el Huila, donde permaneció cuatro años. Sin embargo, hace pocos meses, la vida le dio un vuelco inesperado: su pareja falleció y, en medio de amenazas, se vio obligada a desplazarse nuevamente con sus dos hijas, esta vez hacia La Guajira.
Fue en este territorio donde conoció a Save the Children, gracias a una remisión desde otra organización aliada. Primero accedió a los servicios de salud mental del equipo SMAPS, donde su hija fue atendida por psicología, recibiendo apoyo emocional en un momento especialmente crítico. Camila* también accedió a servicios ginecológicos y psicológicos, recibiendo orientación y los medicamentos necesarios para su bienestar físico y emocional.
Poco después, tras atravesar desafíos económicos que ponían en riesgo a su familia, recibió una llamada del equipo de Reducción de la Pobreza Infantil para participar en una jornada de caracterización y días después, nuevamente fue citada para una jornada de enrolamiento. Al principio, desconfiada y confundida, verificó con la psicóloga que le atendía que efectivamente era beneficiaria del programa de transferencias monetarias CASH. Asistió entonces a un taller en el Parque Chacarita, donde recibió información vital sobre nutrición, alimentación saludable y manejo básico de recursos económicos.
En marzo, Camila* participó en un segundo taller, enfocado en educación financiera. Allí aprendió a priorizar gastos, diferenciar entre necesidades y deseos, y administrar mejor su dinero. “Antes compraba cosas innecesarias, ahora sé que debo comprar lo que realmente necesitamos en la casa”, comenta con sinceridad.
El primer pago de la ayuda humanitaria llegó en un momento crucial. Gracias a este, pudo comprar los uniformes de educación física que sus hijas necesitaba para continuar asistiendo al colegio, además de alimentos básicos para su hogar. “Fue un alivio”, recuerda. “En ese momento no tenía nada. Ese dinero fue nuestra salvación”.
Hoy, Camila* sigue siendo parte activa del proceso, esperando los siguientes dos pagos con la misma esperanza con la que cada día construye un futuro más seguro para sus hijas. Su historia es una muestra de cómo, con apoyo integral desde salud mental hasta la autonomía económica, una madre puede transformar la adversidad en fuerza y oportunidad.