"Un día el miedo me ayudó"

Aranza es una mujer migrante venezolana de 38 años quien, junto con su pareja Arbey, y 3 hijos de 5 años, 3 años y 3 meses, llegaron a Colombia como muchas otras familias, expectantes y con la ilusión de poder permanecer junta y mejorar sus condiciones económicas, de seguridad alimentaria, de salud, laborales y educativas.

Ella, nos cuenta que al llegar a Colombia su familia estaba muy incómoda, tenían que permanecer 5 personas en una misma habitación, situación que fue temporal, atendiendo a que estaban instalándose y reconociendo el lugar que ahora les acogía. Pasadas un par de semanas, lograron trasladarse a un espacio más amplio y cómodo para la familia.

Con algunas necesidades básicas resueltas, Aranza empezó a notar cambios en su pareja que le parecieron importantes, se notaba distraído, irritable, con mayor apetito, su comportamiento era hostil hacia ella y hacía sus hijos, compartía tiempo con personas que consumían sustancias psicoactivas Arbey también empezó a consumirlas. Aranza comenzó a ser víctima de violencia física, patrimonial y psicológica por parte de Arbey, al igual que sus hijos, especialmente cuando él se encontraba bajo el efecto de las sustancias que consumía.

Aranza nos comparte una experiencia que fue muy dolorosa y que le afectó a ella y a sus hijos: “ese día por la noche él llegó a casa, pero lo noté acelerado, me exigía que le diera comida, le dije que no había (hace mucho no aportaba para gastos de la casa), esto lo enfureció y salió a comprar empanadas, cuando llegó de nuevo, me las tiró en la cara, me golpeó, me gritó y amenazó -vas a ver lo que te va a pasar- me dijo. Se volvió a ir. En horas de la madrugada llegó nuevamente furioso, gritando, pateando. Tomó los documentos de los niños y el mío, los quemó, hizo lo mismo con la ropa, utensilios de la cocina, nos decía que nos iba a quemar. Yo entre en pánico, lo único que pude hacer fue tomar fuerzas, romper la puerta que era de zinc y salir corriendo con mis tres hijos, mientras nuestro hogar se quemaba, solo veía humo”.

La mujer logra salvaguardar su vida y la de sus hijos, recurriendo a una vecina quien le permite hospedarse durante esa noche. Temerosa, con muchos pensamientos, confundida por todo lo que había acabado de suceder, no logró dormir. Las preguntas sin respuesta daban vueltas en su mente ¿Era cierto?, ¿Por qué su pareja les haría daño?, ¿Ella se había equivocado en algo?, ¿Qué pasaría ahora con ella y sus hijos?

Aranza cuenta que después de ese evento sentía mucho temor, angustia, incertidumbre¸ confusión, tristeza y sensación de irrealidad; notaba que, al igual que ella, sus hijos estaban muy nerviosos. Su vecina le sugiere buscar ayuda, y es como acude a los servicios que presta Save the Children.

La primera vez que Aranza habla con una profesional de salud mental le comenta sobre sus actuales necesidades insatisfechas, el miedo que la invadía y que no paraba de pensar en su seguridad y la de sus hijos. Como parte del abordaje de salud integral y protección, se brinda asistencia médica, nutricional y de apoyo psicosocial, posibilitando espacios de escucha, gestión de sus emociones, especialmente el miedo que aquella noche le permitió reaccionar y salvar sus vidas.

Aranza comenta: “la psicóloga continuó con mi caso y me planteó vernos una vez por semana. Recuerdo que asistí 5 veces, la primera, me explicó sobre la violencia basada en género y las instituciones que podían atenderme, yo decidí ese día poner la denuncia en la comisaría de familia. En las siguientes, hablamos de mi proyecto de vida, me explicó algunos ejercicios y yo pude verme no solo como esposa y como mamá, también recordé que era mujer, amiga, hermana, sentía que podía quererme y cuidar de mí, y que contaba con otras personas que también me quieren y apoyan. Recordé mis fortalezas, hacía mucho tiempo que no pensaba en ellas. Mi expareja, me seguía y me amenazaba, cuando le conté a la psicóloga, ella me ayudó a ingresar a una casa segura con mis hijos, allí pasé 30 días, me sentía protegida. Durante la estadía en el refugio podía seguir con mis atenciones, donde siempre me sentí apoyada, en cada sesión podía sentir más alivio, más tranquilidad, creer más en mí. Durante el proceso entendí que yo podría salir adelante sin estar al lado de un hombre que me maltratara. Pude ver que no era mi culpa lo que había pasado y que mis hijos me necesitaban”.

“Con la ayuda que recibí en Save the Children, hoy me reconozco, me quiero, y confió en mí, hoy se cómo salir adelante ya que pude emprender, ahora vendo postres. Con esto puedo suplir las necesidades de mi familia, poco a poco he adquirido ropa, y utensilios del hogar, los niños más grandes ya están en el colegio. Hoy le digo a otras mujeres que gracias a Save the Children volví a ser la dueña de mi vida, sé solucionar mis problemas y no me dejaré maltratar nuevamente de ninguna persona, comprendí como puedo cuidar de mi salud mental, aun cuando soy una sobreviviente de VBG, no está bien callar ante ningún maltrato. Hubo un día en el que me ayudó el miedo, a salvar mi vida, a pedir ayuda y a volver a ser yo”.   Comenta mientras sonríe.

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