Con la fuerza de sus brazos, Jessica construye su mundo laboral

Niñera, mesera, y aseadora en una obra civil han sido algunos de los empleos de Jessica. Una joven de 24 años que quiere seguir cursando su taller de servicio al cliente, mesa y bar del proyecto “Empleabilidad de jóvenes para un futuro mejor” de Save the Children Colombia, aprendizaje que impacta directamente sobre su padre y el gusto por el vino. Su futuro lo ve haciendo realidad su sueño de tener una empresa sobre seguridad y salud en el trabajo, carrera que cursa a la par de sus demás actividades. En medio de adversidades económicas y perjuicios sobre lo que quiere llegar a ser, Jessica avanza día a día para lograr sus metas y enseñar a su comunidad sobre la equidad de género.

La historia de Jessica en sus propias palabras:

“Cuando empecé a trabajar como aseadora en una obra civil la gente me decía machorra, rusa, lesbiana y muchas cosas más. No aceptaban que una mujer trabajara en una obra de construcción rodeada de hombres y que su única intención, precisamente, fuera trabajar. Duré en ese empleo un año, donde aprendí muchísimo y compartí con gente maravillosa que me apoyaba a seguir estudiando y me resaltaban lo valiente que era por medirme a ese oficio”, con orgullo en su voz, Jessica inicia el relato sobre su vida y los retos que ha asumido en materia de empleabilidad.

“Terminé el colegio en el 2012. En ese entonces empecé a estudiar para ser auxiliar de enfermería, me gustaba mucho ese curso, pero solo la pude hacer hasta segundo semestre porque mi papá se quedó sin trabajo y, para ese entonces, yo aún era menor de edad y no podía trabajar para pagarme el estudio. Intente ayudarme con rifas, pero la gente empezó a quedar mal con el dinero y terminaba era perdiendo hasta lo que no tenía”, recuerda.

Con la pausa a sus estudios superiores, Jessica esperó a cumplir los 18 años para vincularse laboralmente como mesera en un restaurante de su ciudad, pese a que parecía sencillo ejecutar las funciones asignadas, poco a poco se fue encontrando con que estas requerían de algún estudio adicional para entender así el lenguaje de ese mundo.

“Trabajé un tiempo como mesera de un restaurante, pero no me iba muy bien porque no entendía ciertas cosas y el lenguaje. Luego, un amigo me avisó de que en una discoteca estaban buscando alguien para que trabajará como guarda de seguridad y, yo, sin pensarlo dos veces le dije que sí. Algo que me benefició para ese entonces fue mi estatura y por eso me dieron la oportunidad. Sin embargo, me cansé de ese ritmo y renuncié y decidí buscar otro trabajo”, cuenta.

El futuro trabajo que encontraría, por recomendación de una amiga, sería para dedicarse como aseadora en una obra civil. Oficio que la llevaría a medir su resistencia y valentía. “Duré 12 meses trabajando en la obra, cuando terminó yo era para todo el mundo ‘la valiente’. No fue un trabajo fácil, al contrario, fue muy duro y brusco. En ese tiempo me urgía ganar dinero y cuando me dijeron que, de aseadora, pensé era hacerle aseo a un piso común y corriente. Jabón, escoba y trapero ero lo que rondaba mi cabeza, pero cuando llegué al sitio me estrellé con otra cosa”.

Con una barra de hierro y la fuerza que alcanzara a imprimir en sus brazos, Jessica levantaba pedazos de concreto que quedaban en el piso al aplanarse las paredes. Suba y baje andamios se convirtió en su deporte favorito. Escoba y trapero también fueron parte de sus herramientas para culminar su trabajo, en el que fue ascendiendo en responsabilidades y ganancias pasando de ganarse el día $30.000 a $40.000.

“Muchas personas dirán: qué son 30.000 pesos, eso son limosnas. Pero, para mí en ese entonces significaron un ahorro para continuar con mis estudios superiores en salud y seguridad en el trabajo. Nadie se imagina cuánto Era la única mujer trabajando en esa obra y a ojos de mis compañeros siempre fui vista con respeto y admiración”, cuenta con orgullo Jessica. Tras dejar terminada aquella obra civil, una amiga le informó del taller de atención al cliente, mesa y bar. Un curso que, en sus palabras, le ha llevado aprenderse todo un lenguaje que va desde montar y desmontar una mesa hasta los tipos de cubiertos, platos, manteles, copas, aperitivos y demás. “Al curso llegué gracias a que la profesora Mónica me dio la oportunidad. Una amiga me avisó de esta oportunidad y de una vez me inscribí, rezaba para salir seleccionada porque me parecía curioso el tema del curso y quería aprender algo nuevo. No me equivoqué al vincularme, me gusta muchísimo todas las clases y el panorama laboral que esto nos abre, aunque en ningún momento me vi estudiando esto. He aprendido de vinos y a mi papá le enseño porque le gusta mucho ese tema. Uno lleva un vino a la casa y él lo va a querer probar, pero ahí entro yo para decirle como tomarlo o reconocerlo”, cuenta.

A futuro, Jessica se visualiza como una profesional que guie a los trabajadores en la seguridad de su trabajo a través de su empresa capacitada en trabajo con alturas, planes de emergencia, rutas de evacuación, primeros auxilios y demás acciones relacionadas. “Yo sueño en grande y aunque este año se me ha hecho difícil conseguir dinero para los transportes que me llevan al curso, sigo firme con mis metas. Para mí todo lo que tenga que ver con estudio, lo hace ser una mejor persona y a ser más consiente en que si una puerta no se abre, se siga intentado. Hay que estudiar porque es lo único que le queda a uno junto a las oportunidades que llegan”, concluye.

Contexto e información del proyecto:

Cali es la capital del departamento del Valle del Cauca y es la tercera ciudad más poblada de Colombia. Se ubica en la región sur del Valle del Cauca, entre las cordilleras occidental y central de la región andina. La ciudad forma parte del área metropolitana de Cali, junto con los municipios adyacentes. La ciudad es uno de los principales centros económicos e industriales de Colombia, además de ser el principal centro urbano, cultural, económico, industrial y agrícola del suroeste del país y el tercero a nivel nacional después de Bogotá y Medellín. Sobre el proyecto Empleabilidad de jóvenes para un futuro mejor, se busca dar a los adolescentes y jóvenes (hombres y mujeres) con escasos recursos económicos la posibilidad de encontrar actividades económicas decentes, seguras y legales a través del empoderamiento económico, el fortalecimiento de sus habilidades personales y técnicas y la creación de alianzas con el sector empresarial (empresas productivas/servicios y comercio).

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