A sus 11 años, Grenyelis ya tiene claro qué quiere ser cuando crezca. Sueña con ser una excelente médica para ayudar a las personas que más lo necesitan y por su puesto a su familia, pues a su corta edad ha visto cómo sus allegados han padecido por no contar con los recursos para una buena atención médica: una tía falleció y su mamá estuvo hospitalizada varios días por unas complicaciones durante un parto.
La historia de Grenyelis en sus propias palabras:
“Nosotros llegamos a Fonseca (La Guajira) hace cuatro años porque la situación en Venezuela se puso muy dura. Lo que más me ha gustado de Fonseca es que mi mamá siempre comparte conmigo, siempre comparto con mi familia” , asegura con alegría.
“ Y lo más duro fue cuando una tía de mi mamá se murió. A mi me daba mucha tristeza porque mi mamá, pero fue peor cuando mi mamá cayó en UCI porque iba a parir a mi hermanita”, relata acongojada.
Estas adversidades lejos de intimidarla se han convertido en su mayor impulso para estudiar y salir adelante, pues Grenyelis sueña con ser la primera médica de su familia.
“Siempre he pensado en que seré una buena profesional, mi sueño es ser una doctora y yo siempre le he dicho eso a mi mamá. Quiero estudiar muy fuerte para ser una gran doctora y sacar a mi familia adelante porque porque si uno ellos se enferma no tiene que atenderlo otra persona, yo lo puedo atender mejor”.
En época de pandemia, mientras repasa la leccióne escolar debajo de un frondoso árbol de mango, asegura que ha sido difícil estar aislada y no poder compartir con sus amigas, sin embargo es conciente de la importancia de seguir al pie de la letra las medidas de bioseguridad para evitar la propagación del letal virus.
“Mucha gente no entiende que no tienen que salir porque se les pega el COVID-19. No salir a mi también me pone triste porque ya no puedo ir a piscina ni salir con mis hermanos, pero cuando me pongo triste enciendo el televisor”.
Además de ver la tele, cuando termina la tarea Grenyelis prefiere jugar a las barbies con su hermanita o correr por el patio con sus hermanos y sus primos. Aunque todas sus amigas del barrio están estudiando, siempre piensa en aquellas niñas migrantes que aún no han podido estudiar y pide al gobierno local que las ayude.
“Ahora las clases son virtuales. Acá utilizamos el teléfono de mi mamá todos. Estudiamos tres hermanos y toditos los tres nos beneficiamos de ese teléfono. Como estamos en el mismo curso mi hermano y yo entonces a veces él primero comienza su tarea uy luego yo, el manda su tarea me toca mi turno. Y cuando nosotros lo desocupamos mi otro hermano hace sus tareas”, explicó.
Aunque asegura que está muy feliz de vivir en Colombia en ocasiones se imagina viviendo nuevamente en Venezuela.
“Me gustaría ir a Venezuela pero recuerdo que allá a mi papá se le acababa el dinero y entonces mi mamá le tocaba hacernos poquita comida, mi papá trabajaba allá en una llantería y aquí trabaja en un taller. Mi mamá trabaja limpiando casas donde una señora y siempre le pagan mensual”, contó.
Por estos días hay algo que la pone más triste que el confinamiento por la pandemia: su papá se prepara para irse a trabajar a Santa Marta y nuevamente la familia se separará en las fiestas decembrinas.
“Mi papá está planeando irse, eso me hace sentir triste y me recuerda cuando el año pasado mi mamá se fue a Ecuador a trabajar porque si ella no se va para allá nosotros no podíamos estrenar en diciembre. Cuando se fue yo sentí que pasaron siglos y nada más pasaron 5 meses”.
“Ella se había ido a trabajar en un restaurante y se devolvió y dijo que nunca más se iba a volver a ir”.
Contexto e información del proyecto:
Fonseca es un municipio del departamento de La Guajira, al norte de Colombia que limita con el Estado Zulia (Venezuela), su economía es agrícola, ganadera y minera. Tiene una población extimada de 33.250 habitantes.
A partir del 2019, Save the Children llega a los municipios de Fonseca, San Juan del César y Riohacha (La Guajira) a través del proyecto ‘El Mundo es mi Hogar’, centrado en mejorar la realización del derecho a una educación de calidad, segura y con perspectiva de género para las niñas y niños afectados por el conflicto y la crisis en la frontera colombo-venezolana. Con este último proyecto, que se implementará por 31 meses en la zona, se busca beneficiar a más de 30.403 niños, niñas y adolescentes que viven en la zona.