¨Desde que salimos de Venezuela, nunca había sentido tanto miedo como esa noche, la noche en que fui separada de mi hija recién nacida, solo escuchaba decir de las enfermeras, la niña, hay que revisar muy bien a la niña; le dije a mi esposo que fuera preguntara porque no me han traído a niña¨
Desde el mes de septiembre de 2018, dejando atrás su hogar en la ciudad de Barquisimeto (Venezuela), Williannys y su esposo emprendieron un camino en el que han encontrado muchas tristezas, que han sido compensadas con la alegría que ha traído su hija Abdiana.
Tomar la decisión de abandonar su hogar no fue fácil, la incertidumbre era total, no tenían claro a donde llegar o quien los podría ayudar, solo sabían que lo único que no podían seguir esperando era que algún día cercano la situación cambiara para bien en Venezuela.
Cruzaron la frontera por el Departamento de Arauca de manera irregular, y siguieron caminado hasta Agua Azul, un municipio en el Departamento de Casanare, allí se dedicaban a la venta informal en las esquinas, durmiendo en la calle casi siempre, y muy rara la vez en la que comían tres veces al día.
Pero uno de esos días marco sus vidas para siempre, cuando en medio de un sol extenuante de 32 grados centígrados, a eso del mediodía, con muy mal aspecto de salud, Williannys cae al piso desmayada, no sabían si por la falta de comida, el calor o las largas jornadas de trabajo.
Recibieron ayuda de una mujer colombiana que los llevo al puesto de salud más cercano, donde le brindaron primeros auxilios y recupero el sentido, además le realizaron los estudios de rutina, y para sorpresa de la pareja de venezolanos, Williannys tenía siete meses de embarazo. Con esta noticia, decidieron contactar a un familiar cercano en la ciudad de Bogotá, y emprender camino a la capital de Colombia a buscar un mejor futuro para la ampliada familia.
Al llegar a esa fría ciudad, lograron un techo seguro y tres comidas al día, y lo más importante controles pre natales para él bebe que venía en camino, era una luz en medio del camino.
Williannys encontró una fábrica de confección en la que podía trabajar en su estado de embarazo, sin embargo, finalizada la semana de trabajo, recibió un promedio de US$6 por su trabajo, es decir ni un dolor en promedio por día por su labor, por lo que decidió no regresar.
La falta de ingresos los llevo a tomar un nuevo camino, esta vez al sur del país, al Departamento de Putumayo, donde su esposo contaba con la promesa de un trabajo, que les permitiría tener lo mínimo para vivir dignamente y sacar adelante su embarazo.
A su llegada a Puerto Asís, la vida fue cambiando para la familia, el clima era más parecido a la de su natal Venezuela, tenían ingresos que les permitían pagar un arriendo y la comida del día, y finalmente su hija nació para dar alegría y color.
Sin embargo, pese a los cuidados que tuvo desde que se enteró que estaba embarazada, Abdiana Susej llegó a este mundo con una condición médica llamada ontogénesis imperfecta, una alteración genética hereditaria, que se caracteriza por la extrema fragilidad de los huesos. La pequeña niña a los cinco días de nacida ya tenía ocho fracturas en su cuerpo, por lo que debió ser remitida de urgencias a un hospital que contara con los equipos y la tecnología adecuada para su tratamiento.
Es así como, papá e hija emprendieron camino en una ambulancia hasta la ciudad de Pasto, en donde le brindaron los cuidados necesarios, y confirmaron el diagnóstico inicial de la enfermad ¨huesos de cristal¨.
Muchas fueron las dificultades por las que pasaron, pues le fue robado el dinero, sufrieron de discriminación y xenofobia, pero, aun así y gracias al apoyo de varias agencias como ACNUR, lograron estabilizar su situación en la ciudad de Pasto. Después de recibir ayuda humanitaria y lograr el registro civil de nacimiento de su hija, fueron remitidos a la ciudad de Cali, para recibir tratamiento médico especializado.
En medio de tantas dificultades esta familia nunca perdió la esperanza de construir una mejor vida en Colombia, y encontraron en Cali la mejor opción hasta el momento para darle a su hija una mejor calidad de vida.
¨Con la ayuda que hemos recibido del programa VenEsperanza hemos podido comprar pañales, pañitos, comida para la niña y pagar el arriendo, compramos en cantidad, porque no sabemos que pueda pasar más adelante. Con la condición de la niña, pensamos que ella está más segura aquí, en Venezuela es muy difícil conseguir medicinas y especialistas para la enfermedad de nuestra hija.¨