Líder comunal y campesino, esas son las dos profesiones de vida de Eduardo. Con 29 años es experto en la recolección de café, frijol, tomate y demás cultivos, pero también en no dejar desfallecer a su vereda en medio del conflicto armado que toca a su puerta. Desplazamiento y desescolarización en los niños y niñas, en sus palabras, son lo que le quitan la paz a su campo. En compañía de sus padres, Eduardo entre risas cuenta que aún no está en busca de pareja porque su misión está al lado de su comunidad, de sus raíces como él mismo lo califica.
La historia de Eduardo en sus propias palabras:
Desyerbar, recolectar café y volver a sembrar entre las planicies es el día a día de Eduardo Velásquez, quien a sus 29 años se ha convertido en un líder para su comunidad en la vereda Miraflores del municipio de La Playa, en Norte de Santander. De piel bronceada, por las largas horas que pasa al sol mientras labriega el campo, Eduardo ha sido testigo de cómo lo poblado de su vereda pasa a ser, casi, un pueblo fantasma a causa del conflicto armado que azota la zona y que en dos meses dejó desplazamiento y hacinamiento.
“Vivir en Miraflores es amañador. Aunque, en los últimos días está tenso por los grupos armados que han regresado. Pero como comunidad intentamos llevar las cosas con tenacidad y paciencia”, nos cuenta. Reservado, tímido y de pocas palabras, así es como sería descrito por sus compañeros de la Junta de Acción Comunal, pero con la convicción de que su vereda cuente una historia diferente a la del día a día. “Aquí lo que hay es gente con talento, de grandes valores. Pero, la guerra nos ha lacerado y la gente vive con miedo de hacer algo distinto a lo que conoce. La mayoría de aquí crecimos escuchando balas, viendo desplazamientos y conviviendo con el miedo de que en algún momento fuera el turno de alguno o cayéramos en alguna mina. El campo dejó de ser tranquilo”, comenta.
En compañía de sus padres, Jairo entre risas cuenta que aún no está en busca de pareja porque su misión está al lado de su comunidad, de sus raíces como él mismo lo califica. “La gente teme hablar, pero no es necesario decir con palabras lo que a simple vista se ve. Nunca he pensado en irme porque Dios me puso aquí, no es fácil, pero es mi tierra”, agrega.
Pérdidas de cosechas y taponamiento de vías fue lo que alertó a Eduardo sobre un nuevo hecho de violencia en su vereda. Escuelas campos de batalla, confinamiento en las casas y la marca con pintura de los grupos armados que se disputaron fueron los resultados de ese capítulo, que, en palabras de este líder comunal, hace cada vez más complejo cambiarle la perspectiva a su comunidad respecto a que la violencia no es la salida.
“La gente está cansada y tienen miedo. Los entiendo porque yo vivo también con eso. Algunos han querido unirse a los grupos armados ilegales, más que todo los niños, pero yo busco y trabajo porque no sea así. Ellos no deben estar con un arma en sus manos sino un cuaderno y aprendiendo en paz”, agrega. 15 días fueron los que los niños y niñas de la vereda pasaron fuera de sus escuelas, mientras en las reuniones escuchaban a Eduardo como un líder a tomar como guía. “Los niños y niñas reconocen su situación de vulnerabilidad. Hacen muchas preguntas, para las cuales uno a veces no tiene respuesta. Al final ellos se adaptan es a las decisiones que tomen sus padres o los mayores. Van para donde nosotros vayamos”.
Contexto e información del proyecto:
La Playa de Belén es un municipio que hace parte de la tradicional región Catatumbo en Norte de Santander conectado por carreteras nacionales con Cúcuta, Bucaramanga y Santa Marta. Debido a su ubicación rural, La Playa de Belén ha tenido un desarrollo y contexto afectado por el conflicto armado a manos de distintos actores ilegales ya que sus densas montañas facilitan su tránsito clandestino, pese a que su economía está basada en la gastronomía, los oleoductos petroleros, la agricultura y el turismo.
En esta ocasión, la población del Catatumbo fue víctima de un paro armado realizado por distintos grupos al margen de la ley en la región, lo que provocó desplazamiento y desabastecimiento de alimentos por cerca de un mes. Ante los hechos, Save the Children Colombia dio respuesta humanitaria con la entrega de 153 kits (50 de higiene, 50 escolar, 50 de alojamiento y 3 de docentes) en las veredas Capellanía y Miraflores del corregimiento de Aspasica del municipio de La Playa beneficiando a 86 familias.
Save the Children Colombia inicia su trabajo en Norte de Santander desde 2015, a través de diferentes proyectos. A partir del 2018, iniciamos un acompañamiento en la zona conocida como “Catatumbo”, con nuestro proyecto “Somos Educación” y, recientemente, con el proyecto apoyado por la Agencia de Cooperación Noruega, Catatumbo Ama la Educación, centrado en el fortalecimiento de habilidades en la alfabetización y la aritmética. Con este último proyecto, que se implementará por 4 años en la zona, se busca beneficiar a más de 15.994 niños, niñas y adolescentes que viven en la zona y quienes han sido altamente afectados por el conflicto armado, la pobreza, la migración y la falta de acceso a servicios básicos en la región noroccidental del país focalizando seis municipios: Ocaña, Ábrego, El Carmen, La Playa, Teorama y Convención.