Durante tres días Nancy convivió con miembros de grupos armados ilegales que llegaron a ocupar su casa. Miedo, incertidumbre y hambre fue lo que reinó durante ese tiempo ante el paro armado en Norte de Santander. Noches de disparos fue lo que acompañó a Nancy, su esposo y tres hijos. Días confinados con poca comida y cosechas perdidas también fueron de su sentir.
La historia de Luz Elena en sus propias palabras:
Despertar un lunes, como cualquier otro día, no fue tan habitual para Nancy. El tradicional tinto que le preparaba a su esposo en la cocina quedó olvidado cuando la vio ocupada por miembros de grupos armados que habían llegado a su casa la noche anterior.
“Nos llegaron a la casa un poco de pelados con armas. El miedo que sentí en la propia palabra se queda pequeño. Ahí no podíamos decir nada, la única fue encerrarnos y dejar que ellos ocuparan lo que quisieran con tal de que no nos hicieran daño”, relata Nancy, quien a sus 48 años ha sido testigo y víctima de más de un desplazamiento en su vereda Miraflores, en el municipio de La Playa en Norte de Santander.
Su casa a la orilla de la carretera destapada fue hospedaje, no por decisión, de hombres armados en momentos de enfrentamiento mientras ella y su familia aguardan anhelando días de paz. “En la vereda he vivido toda la vida. Nací aquí y aquí me quedo. Vivir aquí es sabroso, pero cuando llega el conflicto es aterrador”, comenta.
Fueron cerca de dos meses lo que duró el último paro armado que golpeó a la región y por ende a Miraflores. Noches de disparos fue lo que acompañó a Nancy, su esposo y tres hijos. Días confinados con poca comida y cosechas perdidas también fueron de su sentir.
“Decían que quien se fuera corriendo de la finca ya no iba a poder volver. Nosotros qué podíamos hacer, teníamos que quedarnos ahí. Nos decían que el que nada debía, nada temía. De habernos ido hubiésemos encontrado la finca minada y para dónde cogíamos. Aquí está mi familia, mi vida”, recuerda Luz Elena de esos 14 días de confinamiento.
El miedo llegó a paralizar el sueño de toda la familia, sus hijos en cada estallido, según cuenta, un salto pegaban, muestra del impacto en su salud mental. “Los niños decían que nos fuéramos para otro lado, que era muy complejo vivir así. Además,el paro armado nos cogió sin mercado y no podíamos salir porque las vías estaban cerradas. Esos días fueron de pura sobrevivencia”, agrega.
Aunque el paro armado finalizó y poco a poco Miraflores vuelve a su rutina, Luz Elena afirma que todos viven con miedo más aún por el futuro que tendrán los niños y niñas de su comunidad. “Me pregunto qué será de los niños y niñas. Uno ya vivió, pero ellos están hasta ahora empezando y ni siquiera pueden ir a la escuela. Vivir en medio del conflicto armado no es fácil y ellos han sido testigos de tanta violencia que a veces no ven otro camino”, apunta.
Tres días fue lo que Nancyconvivió con miembros de grupos armados, quienes se negaban a dejar su casa. “Después de esos días se fueron de mi casa y llegaron a la de otra vecina. Duraron allí hasta que hubo una persona muerta, de ellos mismos. Ahí todos sentimos terror porque creíamos que habría una masacre y uno en medio qué hace. Pero, gracias a Dios las cosas se calmaron”, nos cuenta Nancy.
En cuanto a la respuesta del Gobierno Nacional a este tema, Nancy manifiesta que no hay decisiones claras frente a la construcción de paz y la garantía de acceder a una educación segura y de calidad en las escuelas. “Si esta problemática no se apropia a nivel nacional no habrá solución. Esto genera mucha incertidumbre y temor al no saber qué puede darse”.
Contexto e información del proyecto:
La Playa de Belén es un municipio que hace parte de la tradicional región Catatumbo en Norte de Santander conectando por carreteras nacionales con Cúcuta, Bucaramanga y Santa Marta. Debido a su ubicación rural, La Playa de Belén ha tenido un desarrollo y contexto afectado por el conflicto armado a manos de distintos actores ilegales ya que sus densas montañas facilitan su tránsito clandestino, pese a que su economía está basada en la gastronomía, los oleoductos petroleros, la agricultura y el turismo. En esta ocasión, la población del Catatumbo fue víctima de un paro armado realizado por distintos grupos al margen de la ley en la región, lo que provocó desplazamiento y desabastecimiento de alimentos por cerca de un mes. Ante los hechos, Save the Children Colombia dio respuesta humanitaria con la entrega de 153 kits (50 de higiene, 50 escolar, 50 de alojamiento y 3 de docentes) en las veredas Capellanía y Miraflores del corregimiento de Aspasica del municipio de La Playa beneficiando a 86 familias. Save the Children Colombia inicia su trabajo en Norte de Santander desde 2015, a través de diferentes proyectos. A partir del 2018, iniciamos un acompañamiento en la zona conocida como “Catatumbo”, con nuestro proyecto “Somos Educación” y, recientemente, con el proyecto apoyado por la Agencia de Cooperación Noruega, Catatumbo Ama la Educación, centrado en el fortalecimiento de habilidades en la alfabetización y la aritmética. Con este último proyecto, que se implementará por 4 años en la zona, se busca beneficiar a más de 15.994 niños, niñas y adolescentes que viven en la zona y quienes han sido altamente afectados por el conflicto armado, la pobreza, la migración y la falta de acceso a servicios básicos en la región noroccidental del país focalizando seis municipios: Ocaña, Ábrego, El Carmen, La Playa, Teorama y Convención.