A sus 55 años, con lo único que sueña Idaliris es que su hija Silvia Helena, de 22 años, superé limitaciones de su discapacidad y logré vivir su vida sin depender de ella. Distonía generalizada postural cofoescoliotica fue el diagnóstico que recibió Silvia Helena cuando apenas tenía un mes de nacida y, que en palabras de Idalaris, fue a raíz de un descuido medico cuando la bilirrubina tocó a sus vidas y desencadeno aquel cambio en sus vidas.
Desde allí, Idalaris ha acompañado la vida de su hija con la intención de brindarle lo mejor desde su casa de un piso en Norte de Santander. Un cuarto llenó de fotos y mensajes es lo que rodea a Silvia Helena en su día a día, mientras a la par, culmina su proceso educativo cursando grado once y que, para su madre, llena de orgullo e ilusión.
Pese a que Silvia cuenta con acceso a la educación, el miedo y la incertidumbre, coletazos del Covid-19, no han sido ajenos para ella y su madre, tema que se profundiza por la falta de inclusión en el aprendizaje y terapias de lenguaje de ella. Silvia e Idaliris hacen parte del proyecto Catatumbo Ama la Educación y nos cuentan cómo llevan su vida tras el impacto del Covid-19.
La historia de Idaliris y Silvia en sus propias palabras:
“Silvia Helena es mi todo. Pero, yo no quiero ser su todo. Mi hija debe tener una vida y tratamientos para su discapacidad. Eso es lo que deseo dejarle antes de partir de este mundo”, con esta frase Idaliris Reyes inicia el relato de lo que ha sido su vida y la de su hija Silvia Helena, quien a sus 22 años cursa su último grado escolar.
Estudiar desde casa, impacto del Covid19, según nos cuenta Silvia, no ha sido fácil y extraña estar en el colegio con sus compañeros de clase. A la par, su madre comenta que acceder a la conexión para que Silvia pueda estar en sus clases virtuales no ha podido darse día a día ya que la señal en Norte de Santander, no es de calidad.
“Esto del Covid-19 fue una sorpresa. Algo tan, como te digo… tan inesperado. Pero, solamente Dios sabrá por qué lo hizo. Por la desobediencia y el pecado de nosotros, por eso y, ahora, tengo a Silvia estudiando en casa, pero no la puedo dejar sola, así que me ha tocado dejar de trabajar”, nos comenta la madre de Silvia.
Un celular de baja gama y un computador de segunda son las herramientas con las que cuenta Silvia Helena para continuar con sus estudios. Pese a esto, el acceso no ha sido marcado por la inclusión sino por contenidos académicos generales para ella y sus compañeros.
“Silvia ama todo lo que tenga que ver con la tecnología, se la pasa pegada al celular. Pero, al momento de las clases le entra la pereza y como la desmotivación porque las clases son muy aceleradas. Silvia es muy inteligente y aprende de todo, pero debe ser a su ritmo y a su condición. Yo no permito que, a mi hija, los profesores le pongan una marca por su discapacidad. Siempre les digo que le enseñen de forma completa, pero estudiar para un niño o niña desde casa es muy difícil, incluso para uno como madre”, agrega Idaliris.
Distonía generalizada postural cofoescoliotica fue el diagnóstico que recibió Silvia Helena cuando apenas tenía un mes de nacida y, que en palabras de Idaliris, fue a raíz de un descuido medico cuando la bilirrubina tocó a sus vidas y desencadeno aquel cambio en sus vidas.
“Silvia estudia, pero con todo esto del Covid-19 no siempre encuentra la motivación y el interés. Además, que ella debe tener terapias de lenguaje y motricidad, pero, con qué dinero se las pago sino he logrado trabajar todos los días para juntar y pagarlas”, complementa la mujer.
Pese a que Silvia cuenta con acceso a la educación, el miedo y la incertidumbre, coletazos del Covid-19, no han sido ajenos para ella y su madre, tema que se profundiza por la falta de inclusión en la región y la necesidad de un centro de rehabilitación para población con discapacidad.
“Silvia es una niña muy hermosa, inteligente, extrovertida, hermosa. Lo mejor que Dios me pudo dar y me duele no poderle brindar lo que ella necesita para que su discapacidad no se convierta en limitación. Sueño con que en vuelta de un año mi hija siga superando su limitación y verla empoderada, haciendo lo que ella quiera, pero feliz”, concluye.
Contexto e información del proyecto:
Ocaña es un municipio que hace parte de la tradicional región Catatumbo en Norte de Santander conectando por carreteras nacionales con Cúcuta, Bucaramanga y Santa Marta. Debido a su ubicación rural, Ocaña ha tenido un desarrollo y contexto afectado por el conflicto armado a manos de distintos actores ilegales ya que sus densas montañas facilitan su tránsito clandestino, pese a que su economía está basada en la gastronomía, los oleoductos petroleros, la agricultura y el turismo.
Save the Children Colombia inicia su trabajo en Norte de Santander desde 2015, a través de diferentes proyectos. A partir del 2018, iniciamos un acompañamiento en la zona conocida como “Catatumbo”, con nuestro proyecto “Somos Educación” y, recientemente, con el proyecto Catatumbo Ama la Educación, apoyado por la Agencia de Cooperación Noruega: enfocados en el Acceso a una Educación segura y de Calidad en el Catatumbo centrado en el fortalecimiento de habilidades en la alfabetización y la aritmética. Con este último proyecto que se implementará por 4 años en la zona, se busca beneficiar a más de 15.994 niños, niñas y adolescentes que viven en la zona y quienes han sido altamente afectados por el conflicto armado, la pobreza, la migración y la falta de acceso a servicios básicos en la región noroccidental del país focalizando seis municipios: Ocaña, Ábrego, El Carmen, La Playa, Teorama y Convención.