Paola tiene 15 años y lleva un año viviendo en Colombia.
Paola tiene 15 años es oriunda de Barquisimeto (Venezuela) y llegó hace un año a Pamplona (Norte de Santander), aunque sus padres son maestros y en Venezuela ejercían su profesión, al llegar a Colombia tuvieron que reinventarse para poder conseguir el sustento diario.
La historia de Paola en sus propias palabras:
Cada vez que Paola ve desde su casa pasar a una familia migrante cargando bolsos y maletas y pidiendo una ayuda a los transeúntes el corazón se le parte.
“A veces se me salen las lágrimas porque da dolor, ellos no tienen el suficiente dinero como para pagar un autobús y poder venirse entonces les toca caminar y sacrificarse”, asegura con la voz quebrada.
Mientras recupera nuevamente el aliento agradece a Dios porque a ella y su familia no les tocó esa odisea de dejar su país a pie y de seguir caminando en búsqueda de un mejor futuro.
“Lo más duro de ser migrante es llegar a un nuevo país, a una nueva vida sin estabilidad económica y aprender a sobrevivir con eso. Aunque acá es mucho mejor que en Venezuela, a veces es complicado conseguir el sustento diario”, asegura.
Sin embargo para ella una de las mayores ganancias en Colombia ha sido poder estudiar pues en su criterio y experiencia el nivel educativo en Colombia es superior al de Venezuela.
“Acá uno siente que si está aprendiendo, la educación allá es muy básica y acá te ponen cosas más complejas y te hacen pensar y pensar y querer aprender más”, indica, pese a que asistir a clases virtuales ha sido un poco complejo porque no cuenta con un dispositivo propio para conectarse, y sus vecinos le prestan internet de vez en cuando.
“Estudiar en época de pandemia ha sido difícil pues como no contamos con los recursos no tenemos internet, solo tenemos dos celulares, uno es prestado entonces es más difícil, a veces nos mandan muchas tareas y uno no entiende entonces es más pesado”
“Comparto el celular con mi hermana y como no tenemos internet una vecina nos hace el favor de prestarnos internet y nosotros vamos o sino toca por datos”, agrega.
Aunque está feliz de estar en Colombia porque puede alimentarse y vivir mejor, la nostalgia la invade al pensar en las necesidades que pueden estar pasando sus familiares en Venezuela.
“Allá la situación es muy dura. Para que se hagan una idea mis papás son profesores y en Venezuela pese a que su trabjo es fundamental porque educan al futuro de Venezuela les pagaban muy mal. Ellos ganaban un poco más del sueldo mínimo y eso no alcanzaba para nada”, explica con frustración.
“Vamos a suponer que ellos ganaban 700 entonces tu ibas a la tienda y te conseguías con una harina en 400 y un aceite en 300 y no alcanzaba el dinero”, agrega.
Desde que llegaron a Colombia su papá se desempeña como músico y su mamá es ama de casa y en ocasiones se dedica a la asesoría de tareas.
Durante la pandemia, Paola asegura que aprendió a sacar lo mejor de si misma y disfrutó el tiempo con su familia.
“Del confinamiento aprendí que puedo vivir sola y valerme por mi misma. Me emociona pensar en el retorno a clases porque quiero salir del encierro. Quiero ver a mis amigos, interactuar con mis profesores, ver clases presenciales”.
Contexto e información del proyecto:
Pamplona es un municipio de Norte de Santander con una población estimada de 60.000 habitantes, su principal actividad económica es la gastronomía, la agricultura, el turismo y la educación. Por su cercanía con Cúcuta y Bucaramanga es la vía de acceso utilizada por miles de caminantes venezolanos que van hacia el interior del país.
En el marco de la atención por COVID-19 y mediante el proyecto ‘El Mundo es mi Hogar’ financiado por Global Affairs Canada, Save the Children Colombia dio respuesta de emergencia con la entrega de 160 mercados para igual número de familias residentes en este municipio, la mayoría de ellas migrantes.
Save the Children Colombia inicia su trabajo en Norte de Santander desde 2015, a través de diferentes proyectos. A partir del 2019, iniciamos un acompañamiento en Cúcuta, Villa del Rosario, Los Patios, Pamplona y Sardinata con el proyecto ‘El Mundo es mi Hogar’, centrado en mejorar la realización del derecho a una educación de calidad, segura y con perspectiva de género para las niñas y niños afectados por el conflicto y la crisis en la frontera colombo-venezolana. Con este último proyecto, que se implementará por 31 meses en la zona, se busca beneficiar a más de 30.403 niños, niñas y adolescentes que viven en la zona.