Llegando a un país desconocido y con diferentes incertidumbres, así fue el arribo de Sumaya Noruega a Colombia, dejando atrás su natal Venezuela. Maicao, La Guajira, fue su lugar de asentamiento llevandola a convertirse en miembro del Comité de Protección del Asentamiento Monte Carlos.
“A veces hay decisiones en la vida que son difíciles de tomar, por ejemplo, la de migrar a otro país por razones asistenciales, sociales, económicas y políticas”, expresa Sumaya, quien resalta que más lo difícil ha sido dejar el país donde nació, estudio y formó una familia, sumado a los retos que implica migrar: la odisea del viaje, encontrarse con lo desconocido, recorrer trochas para poder ingresar, además de que no contar con los documentos legales le hizo experimentar temor, inseguridad e incertidumbre sobre lo que pasaría al llegar.
Recordando, cuenta que cuando llegó a este país hermano en compañía de su familia pasaron momentos inolvidables y, no precisamente, por el bienestar que les generaba el cambio de vida; por el contrario, el hecho de vivir en condición de calle. “Fue un evento muy penoso y difícil, nunca habíamos dormido en la calle. Nos sentíamos indefensos y muy vulnerables, expuestos a cualquier situación desagradable o peligrosa. Pero, nos animaba el deseo de superación, de poder establecernos con mi familia y de cierta manera volver a empezar”, nos cuenta Sumaya.
Luego de varias situaciones enfrentadas, Sumaya y su familia comenzaron a vivir en el Asentamiento Monte Carlos. Con un poco de desconfianza, inseguridad y poca información se enfrentó a la xenofobia y rápidamente enfermó, no comprendía como un ser humano podía rechazar a otro simplemente por su nacionalidad. “¿Qué hacer?, ¿A dónde ir?, ¿Tendré derecho a la salud en este país?”, fueron algunas de las preguntas que se hacía Sumaya, cuestionamientos que no tenían respuesta en su comunidad, porque la mayoría de habitantes se encontraban en situaciones similares, y no identificaban a dónde acudir.
El tiempo fue pasando y, con emoción, recuerda el día en que Save the Children ingresó por primera vez a su comunidad. Valora de manera significativa los cambios que se dieron a partir de ese momento. “Cuando llegó Save The Children mis interrogantes tuvieron respuesta por medio de movilización comunitaria, sus socializaciones, los encuentros comunitarios formación en temas de derechos Humanos, la Convención sobre los derechos, diferentes temas de Protección a los niños y niñas. Con estos aprendizajes y conocimientos me fui fortaleciendo y sé que, aunque este en un país extranjero, sea Colombia, España o cualquier otro, todos tenemos derechos humanos, aunque estemos en una situación irregular aquí en Colombia”, cuenta.
Más de un año ha pasado desde que Sumaya se vinculó al Comité de Protección. Con los conocimientos que allí ha adquirido espera poder orientar a quienes así lo requieran, además le ha permitido apropiación en diferentes temas relacionados con la Protección de los niños y las niñas. En medio de la pandemia por el Coronavirus, apoya de manera significativa los procesos que desde Movilización Comunitaria se impulsan, en compañía de otros integrantes del comité recorren casa a casa, entregando material y las propuestas para elaborar desde el hogar, además, promueven prácticas de prevención desde casa.
Ella reconoce las múltiples dificultades que su comunidad ha atravesado en medio de la pandemia, pero también valora los beneficios que han recibido, y que de alguna manera las ha permitido adaptarse a una realidad y pensar en un futuro. Para Sumaya contar con el acompañamiento de Save the Children es importante, y tiene la certeza de que velar por la Protección de los niños y las niñas es un asunto de todos, su sueño es que la fundación pueda acompañar a más comunidades y sin duda a la población que aún está en Venezuela.